A la caza de arándanos con objetivo alquilado
35 mm, f 1.4, 1/5000, ISO 100
A la caza de arándanos con objetivo alquilado
Habrás leído el título y dirás: ¿de qué me va a hablar Marta hoy? Cuando termines de leer el artículo seguro que habrás entendido qué tienen que ver los arándanos con el objetivo.
Empecemos por el principio: ya te contaba en un artículo anterior que nos fuimos de viaje a Alemania los cuatro juntos en julio. Los dos últimos días los pasamos en Múnich, ya que nuestro vuelo de vuelta salía desde allí. Nos alojamos en un hotel cerca de la estación de trenes y, de la que salíamos una tarde para dar una vuelta, una tienda llamó mi atención: Dinkel, todo para fotógrafos. Me detuve a mirar el escaparate, donde anunciaban: venta, alquiler y talleres. Al leer alquiler no pude resistir la tentación y entré a la tienda.
Seguro que habéis leído o escuchado que a los que nos gusta mucho la fotografía, siempre andamos con ganas de algún objetivo distinto al que ya tenemos porque nos gusta probar cosas nuevas. Y yo llevaba un tiempo pensando en cómo sería un 35 mm. Tengo un 50 mm y hay situaciones en las que me falta espacio para hacer la foto. Por si os habéis olvidado de lo que explicaba en el último artículo, los números 35 y 50 se refieren a la distancia a la que fotografían, como si estuviera haciendo zoom siempre, y el 50 llega más lejos que el 35, por lo que cuando estoy en interior, sobre todo en casa en Murcia fotografiando a mis hijas, alguna vez me gustaría tirar alguna pared para poder echarme más hacia atrás y tener más espacio en mi encuadre.
Una vez dentro de la tienda, pregunté por el objetivo que me interesaba, y lo tenían disponible para alquilar durante un día entero. Así que no me lo pensé y me hice con él. Ahora necesitaba trastearlo mucho para saber si lo anotaba en mi lista de futuras adquisiciones.
Y aquí comienza la parte de los arándanos. Al día siguiente habíamos planeado una excursión a un campo de recolección de fruta, lo cual me parecía una oportunidad excelente para probar el objetivo, pues podría hacer fotos generales en un espacio abierto y más en detalle de la fruta a recolectar.
Mi hermana que vive en Múnich y ya había estado allí, nos acompañó y recomendó llevarnos recipientes para poder recolectar la fruta. Cuando llegamos al sitio, que se llama Hofreiter (www.hofreiter.de, por si alguien quiere más información) vimos que las frutas que podíamos recolectar ese día eran frambuesas y arándanos, ¡¡¡y a mí me encantan las frambuesas!!!
Así es como funciona la recolecta: debes salir con un mínimo de 500 grs de fruta por persona adulta. Si no llegas a este mínimo, lo pagas igual. Mientras estás dentro puedes comer TODA la fruta que quieras (no hay límite de tiempo, salvo el horario de cierre). Y al salir, debes pagar la fruta que hayas recolectado y te la llevas a casa.

A la izquierda las frambuesas y a la derecha los arándanos. Y en el centro el recolector de la familia 😀
Lo primero que tuvimos que hacer fue pesar nuestros recipientes vacíos y recibimos un ticket que debíamos presentar a la salida. Entramos a la zona de los árboles frutales y nos pusimos a comer y llenar los recipientes. Yo iba porteando a mi hija pequeña, Ana, que se iba comiendo las frambuesas que yo iba depositando en el recipiente 🙂 Sin embargo, a Emma no le gustaron las frambuesas, pero cuando llegamos al pasillo de los arándanos, ¡no había quien la moviera de allí!

Mientras que nosotras nos dedicábamos más a comer y charlar, Edu se dedicó a recolectar, así que ¡¡salimos con 3 kg de fruta!! (en los recipientes, porque en nuestros estómagos yo creo que había más).

Aquí yo dándole pecho a Ana y comiendo arándanos después de haberme llenado de frambuesas.
Y para terminar la buena experiencia, fuera de la zona de recolecta, hay una zona con bancos y mesas, además de una especie de kiosko donde poder comprar comida, bebida y hasta helados hechos con la misma fruta que se cultivaba allí. Y para que los niños no se aburran, tienen varias cosas de entretenimiento. Además de lo que veis en las fotos: un tractor de madera al que poder subirse, una zona con un circuito, varios tractores y coches pequeñitos a pedales, otra zona con balas de paja sobre las que se podía saltar o podía ser un laberinto si caminabas entre ellas, y un aspersor de agua para refrescarse (sí, hacía mucho calor ese día); también había dos areneros, columpios y algún balancín.




Mis conclusiones fotográficas sobre el objetivo de 35 mm es que, para mi uso personal, sería muy buena adquisición ya que por su focal me daría mucho más juego dentro de casa. Y para viajar, como tanto el 50 mm que ya tengo como el 35 mm son pequeñitos, podría plantearme llevarme los dos e intercambiarlos según la situación.
Con respecto a las fotos en sí, me encontré con una situación complicada, y es que llegamos sobre las 12 de la mañana, hora en la que el sol está más arriba, por lo que se crean unas sombras muy duras, especialmente en la cara. Tampoco los árboles que había generaban sombra para poder resguardarnos, así que intenté buscar el ángulo que menos sombras generase, o usar la sombra para tapar la cara de Emma, por ejemplo.
También incluyo en mis conclusiones que, cada vez más, intento dar la cámara a alguien para que yo también salga en las fotos, porque yo soy una parte muy importante de la familia y quiero recordar que yo también he viajado 🙂
Y a ti, querida lectora, también te insisto en que dejes la cámara a otra persona para que tú aparezcas en los álbumes familiares. Y si quieres que sea yo quien te sustituya como fotógrafa de tu familia por un rato, sólo tienes que decirlo y vemos la forma de hacerlo posible porque, aunque yo viva en Murcia, ya ves que me gusta mucho viajar. Quién sabe si mi próximo destino será la ciudad donde tú vives.
¡Un abrazo y gracias por acompañarme!
Marta